Los yorubas, a pesar de su lejanía americana y de los efectos debilitantes de la esclavitud, lograron conservar sus raíces, su cultura y su lengua, así como la religión y los dioses de sus antepasados y se convirtieron en la etnia africana de más influencia en la formación cultural de algunos estados latinoamericanos, principalmente Cuba, Haití, República Dominicana y Brasil, en los cuales la religión desembocó en los cultos de santería y de vudú.
La forma sincrética de la santería en estas naciones no es más que la unión de las religiones yoruba y católica que se jerarquiza en deidades llamadas “Orishas” y cuyos integrantes más conocidos son “Shangó” (dios del trueno); Oshun (deidad de los ríos y la fertilidad) y su hermana Yemayá (diosa del mar).
Debido a esta imposición religiosa (y para burlar el veto), los esclavos identificaron en el santoral colonial una gama equivalente al panteón Yoruba, asociando cada deidad o energía africana a un santo cristiano. De esta manera pudieron seguir practicando la santería, llamada otrora “religión Lucumí”.
Los más importante del arte Yoruba radica primordialmente en la escultura mezclada de madera y metal, desde luego en la iconografía de sus deidades y en la cerámica y en el ensamblado final de chaquira tanto para muebles como en adornos para las bodas de alto nivel social.
Al igual que en muchos de los museos internacionales, NAMUH, en sus showrooms de Ciudad de México, San José del Cabo, Monterrey y San Miguel de Allende presenta una admirable colección de piezas Yoruba originales que dan un realce cultural enorme al interiorismo moderno.